Hablar de Carl Gustav Jung (1865-1961) es hacerlo de una piedra angular de la teoría psicoanalítica a lo largo de su primera generación. Tal como nos es posible comprobar en la colección de ensayos Arquetipos e inconsciente colectivo, su obra, a la altura de teóricos como Freud y Adler, se ejerce a partir de una prosa esotérica no exenta de matices esteticistas que transcurre por disciplinas intelectuales poco transitadas hoy, a saber, nada menos que la mitología y la hermenéutica, la crítica cultural del Occidente contemporáneo, la filosofía y la historia del cristianismo y la psicología clínica. La presente colección que Paidós reedita en su colección Carl Gustav Jung toma como pretensión esencial la diferencia de los complejos de carga afectiva o inconsciente referidos por Freud, cuya dinámica aparecería manipulada no más que por el propio individuo, de los arquetipos o «contenidos de lo inconsciente colectivo», emparentados de algún modo con los postulados sobre el superyó al que en trabajos posteriores se refiriera el padre del psicoanálisis, una figura, como es bien sabido, que linda entre la consciencia y la inconsciencia.
Nótese en este sentido que aunque discípulo de Freud, Jung construyó su escuela de la psicología clínica alejándose del austriaco, al que ya leyó —como mucho tiempo después sus críticos corroborarían— como un intelectual apresado por sus monolíticas interpretaciones. En palabras del propio autor: «Anticiparé desde ya que mi concepción se diferencia de la teoría psicoanalítica en que sólo adjudico una limitada significación a la madre personal. Con esto quiero decir que todos esos efectos de la madre sobre la psique infantil pintados por la literatura no provienen meramente de la madre personal, sino más bien del arquetipo proyectado sobre la madre, el cual da un fondo mitológico a ésta y le presta de ese modo autoridad y numinosidad.»
Leído en retrospectiva, no deja de resultar Arquetipos e inconsciente colectivo un anticipo a la construcción social de la sexualidad desde el momento en que Jung esboza cómo cada sexo contiene a su contrario (adviértase aquí la idea arquetípica y suprahumana de la syzygia o «coniunctio de lo masculino-femenino»); a partir de entonces, el psicólogo disecciona las formas del anima y animus, con los cuales apela a las expresiones femenina y masculina de sendas psiques masculina y femenina. Mención especial merece, pues, el tercer capítulo —acaso la pieza más pragmática del libro—, dedicado a los aspectos psicológicos del arquetipo de la madre. En él glosa Jung una serie de conductas derivadas del complejo materno en hombres y mujeres, dando lugar al abanico de personajes caracterizados por «la exaltación del eros», «la hipertrofia de lo materno», «la homosexualidad», o «el donjuanismo».
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