lunes, 17 de noviembre de 2008

Odio Barcelona

Odio Barcelona, que sigue la estampa generacional de otros títulos como Mutantes, Golpes: Ficciones de la crueldad social, o Resaca/ Hank Over, se presenta sin concesiones. Con un (mejorable, de largo) diseño de portada que pretende una estética de post-graffiti —photoshop como simulacro del stencil, para el caso—, y una llamada de atención por parte de la editorial al hilo de los peligros que entraña el pensamiento único y el capitalismo descabalgado, la primera conclusión ideológica que se extrae de todo esto es el lema Globalización sí, pero de otro modo, pues a priori, maticemos, bien es cierto que habría un poso aberrante en el hecho de reunir a doce escritores jóvenes enfrentados a su propia contemporaneidad. Así, el objeto de estos ensayos y relatos no será otro que la Barcelona postolímpica, la que «en ese raro afán por acercarse a París, cobra caro y trata mal; a eso le llaman glamour» (Llucia Ramis), «la ciudad más europea de Europa y con más ciudadanos del mundo del Mundo» (Óscar Gual), en la que hay cabida para «tropas gafapasti que sobreviven a la crudeza de los inviernos macbianos» (Carol París), y la de «la bohemia sin talento, el ocio con ínfulas, y la vidorra sin medios» (Javier Blánquez, excelente en “De este rebaño no tira cabestro”).

Para alivio del lector, diremos que no todos los textos han sido orquestados en su significado siguiendo las directrices altermundialistas de las que la editorial Melusina habla, y que afortunadamente también hay espacio para el odio engarzado a la esfera de lo personal. En este sentido destacan sobremanera los textos de Robert-Juan Cantavella, Óscar Gual o Hernán Migoya entre otros: mientras el primero plantea un arcade de corte punk —nada que ver con el punk-journalism— en donde la «cabeza de gran dimensión» del personaje arremete contra «muñecos de uniforme» y «muñecos amarillos que han venido a velar por mi seguridad», Gual propone un descacharrante e ingenioso formulario de entrada para «abrirle la puerta tan sólo a aquellos que lleven un ciudadano de Barcelona en su interior», y Migoya transmite la tensión generada en un vagón de metro entre un «guiri» y un pandillero latino. Anticipo a su esperado Homo Sampler —precisamente ayer[1] puesto a la venta—, Eloy Fernández Porta cierra la antología con uno de sus aplastantes ensayos donde disecciona distintas manifestaciones del odio entroncadas a la visión mercantilista: «desde las noticias de la televisión nocturna hasta el cine y los conciertos de rock, el odio se presenta en formato sensacional, como mercancía, fácilmente accesible a los consumidores.»

Entre la amalgama estilística de Odio Barcelona actúan como interludios los ejercicios periodísticos de Lucía Lijtmaer («La estrella de cinco puntas») y Fernández Mallo («Viaje-Experiencia Odio Barcelona»). El primero de ellos, a juzgar por la escasa luz que arroja al conjunto, remitirá al lector la dicotomía entre lo que es un Fragmento y un apunte a vuelapluma; en bruto. En cuanto al autor de la saga Nocilla, este vuelve a probar la desconcertante combinación de material gráfico y testimonios que ya había llevado a cabo con anterioridad en la revista Quimera, en un texto donde hay tiempo para fotografiar las nubes de la Ciudad Condal, y recoger opiniones personales de los ciudadanos sobre su ciudad.




[1] 6 de noviembre.

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