sábado, 25 de julio de 2009

'Un guión para Artkino', de Fogwill

¿Es compatible la actividad del creador con un régimen socialista? ¿Admite la condición humana doblegarse ante la uniformidad que postula el comunismo? Un guión para Artkino —escrita a finales de los setenta, aunque ahora publicada en Argentina y España— plantea estas cuestiones partiendo de una alucinación que solo el excéntrico Fogwill (Buenos Aires, 1941) podía llevar a buen puerto. A saber, nos encontramos en 1994, año en que Argentina ya es parte nada menos que de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y el protagonista de la novela (homónimo del autor) recibe el encargo de un guión para los estudios comunistas Artkino —o como reza la sinopsis, el Hollywood soviético—, que transcurría en el año 2018, «eliminados los focos de resistencia capitalista enquistados en el Atlántico Norte y el Extremo Oriente». De modo que de la mano de Un guión para Artkino asistimos en esencia a una metaucronía en torno al mito del fin de la historia, aunque no como después de la Guerra Fría Fukuyama nos hizo creer (la victoria del liberalismo después del descalabro fascista), sino en su sentido original, antes de que las utopías se extinguieran. Cuarenta años después de su escritura, el disparate está servido.
Podemos afirmar que Un guión para Artkino descansa sobre una lectura pésima de la especie humana, su bien el argentino prescinde de lastimar el ánimo de sus lectores; al contrario, estimula la inmensa ironía de su texto a partir de un monólogo manierista, petulante y triunfalista a ratos —como acostumbran a hablar los unidimensionales hombres de Partido en los estados populistas—, o el humor que desprende la psique de Fogwill personaje, cuya ética lo empuja a cuestionar si cada una de las acciones que ejecuta son ideológicamente comunistas o no. Verbigracia, la reflexión sobre la significación política del habla de cortesía, o el capítulo titulado «Prerrogativas», que arranca con un debate —bastante burgués, por cierto, tanto por la forma como por el contenido— sobre si el uso del cosmético debe ser aprobado o no por el Partido. Un dilema bizantino resuelto del siguiente modo: «no puede ser que las muchachas de afuera del Partido vistan mejor y se arreglen y sean más atractivas que nosotras… Eso no favorece a las Juventudes, y muchos camaradas corren tras mujeres que, por estar fuera de la Juventud y de las tareas del partido, se arreglan como actrices de televisión.» He aquí cierto guiño a la (micro)propaganda, algún tiempo después del clímax de Riefenstahl, y mucho antes de la democracia mediática por Sartori referida.
Dice en la página 87 el guionista de Artkino: «la derrota de la sociedad individualista es inexorable». En efecto, he aquí la clave de la novela, pues a lo largo de toda su extensión acontece el autoengaño del protagonista, caracterizado por la vanidad del creador, el deseo de saberse posicionado para con los otros (p. 34) y la transgresión estética y el ansía de eternidad sobre el pragmatismo de la obra que los políticos exigen. Como de él se nos dice, Fogwill es un completo ignorante en materia política: «¡Él está tan alejado de todo…! La Literatura lo absorbe… Ni sabe lo que pasa afuera.» De ahí que para representar la arrogancia, si me lo permiten, blotchiana (del personaje de novela gráfica Blotch, paradigmática representación de la neurosis artística), Fogwill haya hecho despliegue de las fantasías más pueriles que sobrevuelan la mente del escritor; concretamente hablamos del instante en que la joven Silvia invita al protagonista a perpetrar un acto de infidelidad siguiendo los mismos pasos que ocurren en una novela de éste. Ni que decir tiene, Fogwill, que describe disparatadamente a su mujer —en absoluto interesada por la creación artística— como una realpolitiker, no cesa de preguntarse si la infidelidad es un gesto burgués, o por el contrario ayudará a librar a la clase obrera de sus cadenas. Bravo por el argentino.

2 comentarios:

Sr. Bonilla dijo...

Hola, venía a dejar aquí un comentario como acto de caridad; está su blog de lo más desolado.

Angst dijo...

"como una realpolitiker"?

JAJAJAJA, joder Berlin, deja el alemán porque se nota que no lo sabes; en otra te he leído "Weltanshung".