domingo, 5 de octubre de 2008

Cut & Roll, de Óscar Gual

De lo que no cabe duda cuando uno aborda el debut novelístico de Óscar Gual (Almassora, 1976), es que esta primera referencia suya está plagada de irregularidades tanto como de buenas intenciones: Cut and Roll cuenta con algunos puntuales momentos de esplendor, insípidos capítulos (inexplicablemente Gual se empeña en llamar a estos “tracks”, cosa que ejemplifica sus artificiosos conatos de vanguardia en demérito de los progresos desarrollados por algunos de sus contemporáneos entre los que se quiere integrar) y fragmentos netamente censurables. Para ilustrar esta idea basta comparar el track 0 y el bonus track 2: El primero de ellos constituye en toda regla una equívoca interpretación de la influencia de lo audiovisual sobre la narrativa, en la medida que Gual no crea sino un guión cinematográfico, que, por supuesto, arrastra consigo ritmos lentos —muy lentos—; soporíferos. Es decir que si el de Almassora no hubiese publicado en la repetable DVD, sería un fantástico blanco de críticas por un estilo más que próximo al fílmico best seller de corte kenfolletiano y danbrowniano (!). En contraposición, al autor no le tiembla el pulso en bonus track 2 cuando de lo que se trata es de inmiscuirse en el carácter pseudoreligioso o tribal contenido en el ejercicio de la fiesta y la nocturnidad —asunto irresistiblemente pop, y sin embargo, ay, planteado en tan pocas ocasiones—, al que cabe añadir el acertado despliegue imaginativo de corte burroughsiano: «Subiendo las calles estrechas y empinadas, unos diablillos afeminados me señalan con sus rabos y un gran robot con un pene articulado de tres metros es arrastrado por cuatro enanos vestidos con faldas y botas militares». Bravo por el homage, Gual.

Decíamos, Cut and Roll está plagado de buenas intenciones, tal como apunta el continuo reciclaje de escenarios (del campo de golf al desierto, pasando por el centro educativo, un avión, Venecia, escenarios virtuales…, siempre en aras de los visual), así como su suerte de proyección enciclopédica. No faltará tiempo, pues, para abordar el discurso publicitario (teletiendas por aquí y por allá), la alienación, los videojuegos, el sexo, la violencia, la música, la coacción social del mundo juvenil (plausible, por cierto, el duodécimo capítulo de la novela), o el arte contemporáneo. Sea como fuere, dicho compromiso con el contexto temporal del autor se esfuma a través de los torpes monólogos del protagonista, Joel, salpicados de un rasgo —mal que nos pese a muchos— bastante común en nuestra narrativa de última generación: La subestimación del enemigo (Mercedes Cebrián, Alberto Lema o Alberto Gismera, en mayor o menor medida también han incurrido en la misma falta). Queremos decir con esto que Gual, o mejor aún, Joel, aspira a ejercer de francotirador desde lugares comunes, y por ende, con una óptica lo suficientemente obtusa como para que el disparo no surta ningún tipo de efecto en el receptor. Sirvan de ejemplo confesiones como las que siguen: «Son tan glotones con la comida como los políticos con el dinero o las modelos con la coca», «Su mayordomo, cuyo nombre intuyo que es Adam o Spencer» (demostración de que Gual ni siquiera se molesta en evitar los tópicos), «Ochenta y cinco jetas adornadas con sendas monturas de pasta lamentándose amargamente por no tener su ración semanal de cultura no popular», etcétera. Prosigue el registro de nihilismo pueril con un humor que funciona una de cada diez veces, y una serie de observaciones a propósito del sexo que no ocasionarán más que un bostezo fuera del espectro de adolescentes onanistas (p.108, p.222). Ahora bien: ni que decir tiene que las acusaciones vertidas sobre el protagonista no buscan eclipsar ese carácter misántropo, que tal vez sí sea definitorio de nuestros tiempos; al contrario, el problema estriba en lo poco verosímil del personaje, muy lejos de la obra de Palahniuk o Bret Ellis con las que Cut & Roll ha sido tan comparada.

En resumen, Gual podría haber pergeñado un debut notable de haber adelgazado el texto final, y suprimido tantos y tantos pequeños detalles que a estas alturas de la película no son sino vulgar reproducción de los descubridores (piénsese en la escritura a partir de un lenguaje de programación —puro jPod—, o el recurso —prescindible para el caso— de las notas a pie). En otras palabras: Cut & Roll ha llegado al mercado editorial demasiado tarde, lastrado por los éxitos que en los últimos dos años han revolucionado la prosa patria. ¿Momento entonces de hacer un alto en el camino? Seguro que sí.

2 comentarios:

Lleonard dijo...

Ibrahim, te agradecería si me pudieses enviar la reseña escaneada del periodico, me hace ilusión guardarla. Pese a que, por lo leído, nuestro sentido del humor y de la ironía funciona en frecuencias opuestas, muy agradecido. Saludos.

Ibrahim B. dijo...

Sin ningún problema, Óscar. Mándame un mail a ibrah.berlin@gmail.com y te remitiré la reseña (aunque al final la publicación en papel se retrasa a este domingo). Muchas gracias por tu interés.

Un abrazo,